El dolor y el sufrimiento son parte de la vida humana.
Sólo podemos imaginar la difícil situación de los demás, pero no podemos comprenderla fundamentalmente. Esto también se aplica a nosotros mismos en nuestra existencia.
Entre el mal y el bien, en la vida interior y con el medio ambiente, en las relaciones con los demás, las personas deben elegir cada día lo mejor si pueden hacerlo.
El hombre, sea mujer u hombre, tiene escondido en sí mismo todo lo que constituye la verdadera persona. Estar en armonía consigo mismo a pesar de todas las contradicciones y errores es la tarea diaria de toda persona sensata. Lo que el hombre no puede cambiar, el hombre debe soportarlo. El fracaso siempre es parte de ello.
Ya sea abuela, abuelo, madre, padre, hermano, parientes, nación y sociedad global. Dependemos del cordón umbilical del mundo. En el mundo interior estamos completamente solos entre todos los muertos y fantasmas.
La vida no es fácil y sin embargo es un regalo incomparable.
Dios está dentro de nosotros y no fuera de nosotros. Nadie puede ver el interior de otro, la intimidad entre el alma del otro, ni destruir la conexión que una persona tiene con su subconsciente.
La realidad del alma conectada con el mundo real. Lo que va más allá del interior y del exterior de una persona hay que soportarlo.
Juzgar a los demás no ayuda. Es más importante tener claridad sobre uno mismo. A la palabra amor se le atribuye una omnipotencia que no existe en la realidad. Se trata de aceptar con paciencia todo lo que no se puede cambiar.
Cada persona tiene su propio lado oscuro. La dignidad humana es universal, indivisible y absoluta. Lo mismo se aplica a la mala persona y a la buena persona.